Si tienes pensado visitar Melilla, no lo dudes, porque jamás olvidarás el viaje a esta ciudad española en territorio africano. Te espera una auténtica e histórica fortaleza militar, una arquitectura modernista y una gastronomía con fusión de sabores. Además, conecta directamente por mar y aire con las ciudades de Málaga, Granada, Motril y Almería (Andalucía) y Madrid. Aunque son muchos los motivos por los que visitar Melilla, estos cuatro serán suficientes para enamorarte de ella:
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Visitar una ciudad fortificada
No hay mejor manera de conocer su historia que recorrer La Ciudadela, también conocida como Melilla la Vieja o “El Pueblo”. Este recinto fortificado empezó a construirse sobre roca en el siglo XV y diferentes culturas han ido dejando sus huellas a lo largo del tiempo. Se trata de un conjunto monumental compuesto de cuatro recintos separados por un foso o cortadura, tres de ellos construidos sobre un peñón rocoso que se adentra en el Mediterráneo, y el cuarto sobre el continente, en una zona conocida como la altura del antiguo Cerro del Cubo, donde hoy se asienta el Parador de Turismo. Conocerás la historia de Melilla, disfrutando de pequeños y coquetos barrios, panorámicas inimaginables, torres de vigilancia y edificios de gran belleza, como el Baluarte de la Concepción o el Hospital del Rey, entre otros.
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Descubrir edificios modernistas
Melilla es la segunda ciudad de España con más edificios modernistas, después de Barcelona; gracias en gran parte a Enrique Nieto, aprendiz de Gaudí que vivió en Melilla desde 1909. El modernismo de Melilla se aprecia claramente en sus edificios curvos, llenos de movimiento y motivos naturales o con rostros de mujer, que contrastan con las formas geométricas de sus edificios clásicos. Imprescindible es el llamado Triángulo de Oro, donde se encuentran algunas de las obras modernistas más reconocidas de la ciudad, como el Palacio de la Asamblea, la Casa Melul, el edificio de la Reconquista o la plaza de Menéndez Pelayo.
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Disfrutar de su gastronomía
Merece la pena visitar Melilla no solo por su patrimonio arquitectónico sino también por su variada gastronomía; una mezcla de sabores y olores, inspirada en platos mediterráneos, europeos y africanos, fruto de la fusión de las cuatro culturas que han convivido en la ciudad a lo largo de los años: cristiana, judía, musulmana e hindú. Saborea deliciosas tapas a un precio económico, elaboradas principalmente con productos del mar como calamares, frituras de pescado o gambas. Los pinchos morunos de cordero, que se suelen acompañar del cuscús, son otro de los reclamos gastronómicos de la ciudad. Algunos de los platos tradicionales son la pastela, una especie de empanada de carne elaborada de pollo, azúcar glasé y canela; el pastel de pescado, con rape, aguja, gambas y cigalas; la tortilla de colores, un mix de verduras con huevo, o el cuscús dulce. Todo esto acompañado con un delicioso té verde con hierbabuena, una herencia bereber con excelente sabor.
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Proximidad con Málaga con barcos diarios
Finalmente, otra de las razones para visitar Melilla es su proximidad a ciudades como Málaga, que se encuentra a tan solo siete horas en ferry, con barcos que zarpan a diario a la ciudad andaluza, en una cómoda travesía por el Mediterráneo. Están tan cerca una de otra que te aconsejamos reservar unos días para recorrer las calles de la ciudad natal de Picasso y disfrutar de sus monumentos históricos, como la Catedral, la Alcazaba o el Teatro Romano.