Seguro que hay muchas cosas que ya conoces de la Catedral de Sevilla como, por ejemplo, que es uno de los monumentos más visitados de la ciudad, o que está declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO. Pero… ¿sabías que sus bóvedas “respiran”? ¿O que hay una réplica de su famoso campanario -la Giralda- en Kansas City? Si quieres descubrir éstas y otras curiosidades de la catedral sevillana, sigue leyendo.
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¿Una catedral gótica de planta cuadrada?
La Catedral de Sevilla es la catedral gótica más grande del mundo. Sin embargo, su planta no tiene la forma de cruz latina propia de este tipo de templos, sino que es cuadrada. La razón es que se construyó sobre la antigua mezquita mayor de la ciudad, adaptándose a la estructura que existía. Así, el alminar árabe se convirtió en el campanario del edificio, la Giralda, que con sus casi cien metros de altura llegó a ser en su momento la torre más alta del mundo. El Patio de los Naranjos y la Puerta del Perdón también son herencia de la mezquita.
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La Giralda y sus “réplicas”
¿Sabías que la Giralda no tiene escaleras, sino rampas? Son 35 rampas lo suficientemente anchas para que el sultán pudiera subir montado a caballo por ellas para disfrutar de las vistas. La belleza arquitectónica de la Giralda ha fascinado a tanta gente que es posible encontrar “réplicas” en otros sitios de España y del mundo. Algunas de las más logradas son la de Kansas City, en un centro comercial; la del pueblo de L’Arboç del Penedés (Tarragona), y la llamada Giraldilla de la iglesia de San Pedro de Carmona (Sevilla). Incluso hubo una “copia” en el Madison Square Garden de Nueva York entre 1890 y 1925.
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La vidriera de Carlos V
La catedral sevillana cuenta con un patrimonio artístico muy valioso. De hecho, se considera una de las mejores pinacotecas españolas, donde no faltan obras de maestros como Murillo, Velázquez, Goya o Zurbarán. Entre esculturas, pinturas, orfebrería, tejidos y otras piezas, hallarás sorpresas. Su retablo mayor, por ejemplo, con 44 relieves y más de 200 figuras es el más grande de la cristiandad. Y no te extrañes si al mirar la vidriera de San Sebastián (sobre la portada de los Palos) la cara del santo te resulta familiar: aparece representado con los rasgos del emperador Carlos V.
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¡¡Un cocodrilo en la catedral!!
Tranquilo, que no muerde. Lo verás colgando del techo, junto a un colmillo de elefante y una brida, si entras desde el Patio de los Naranjos por la Puerta del Lagarto. Se dice que fueron regalos que el sultán de Egipto envió al rey Alfonso X “El sabio” para pedir la mano de su hija. El rey rechazó el ofrecimiento pero se quedó con los presentes, que incluían un cocodrilo vivo, un colmillo de elefante y una jirafa domesticada. Probablemente también despierten tu curiosidad las ánforas que hallarás expuestas en las cubiertas de la catedral: son las que utilizaron los constructores del siglo XV para rellenar el interior de las bóvedas.
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La catedral “respira”
Todos los días, las bóvedas del edificio se dilatan varios centímetros a causa de los cambios de temperatura. Por la mañana suben por el calor, y al finalizar el día bajan, realizando un movimiento similar a la respiración. Es algo que se descubrió en 2006, a raíz de los sensores que se colocaron durante un proceso de restauración. Esta “flexibilidad”, lejos de lo que pudiera parecer, es una ventaja que hace que la catedral sea más segura, ya que su arquitectura cuenta con margen de movimiento ante cualquier desastre.
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Columnas protectoras
¿Te has fijado en que la catedral está rodeada por columnas encadenadas? Servían para marcar los límites de la jurisdicción civil y la eclesiástica en el siglo XVI: el “derecho de asilo” o “retraimiento”, que impedía a los alguaciles entrar en los lugares sagrados a detener a las personas, era un recurso que se utilizaba a menudo para escapar de la justicia ordinaria. Las columnas más antiguas están desde la Giralda a la Puerta de San Miguel. La mayoría son de origen romano y fueron traídas de Itálica para reutilizarse en la catedral.