Entre la sierra de Tramuntana y el mar Mediterráneo se alza el conjunto monumental de Valldemossa, a escasos kilómetros de la llamada Costa Nord mallorquina.
El cuidado trazado de su núcleo urbano posee calles empinadas, fachadas de piedra e importantes construcciones religiosas, entre una frondosa vegetación. Las montañas de esta zona se convierten en pocos kilómetros en playas y calas en las que es posible fondear cualquier embarcación. El puerto de Valldemossa mantiene el aire marinero de antaño. Los pescados frescos y los productos del interior se combinan sabiamente para ofrecer al visitante las recetas más suculentas
A tan sólo 17 kilómetros de Palma y 400 metros sobre el nivel del mar, se extiende la villa de Valldemossa, en pleno valle de la Sierra de Tramuntana. Parte de su caserío de piedra sube por la colina cercana, dando lugar a calles empinadas y excelentes miradores naturales. Todo el conjunto se rodea de frondosos bosques, entre los que sobresalen olivos y almendros, regados por los abundantes manantiales de la zona.El verde que pinta las puertas y ventanas de las viviendas contrasta con la sobria piedra con las que éstas se han construido. De este mismo color son los azulejos que recubren el campanario de La Cartuja, quizás, el monumento más emblemático de esta localidad. Este antiguo monasterio, en origen residencia de Jaime II, fue habitado por los padres cartujos entre 1399 y 1835. Su importante legado histórico se conserva en claustros, celdas, jardines y museos; así como los recuerdos de dos ilustres visitantes: Frédéric Chopin y George Sand. Aquí se reúnen partituras, escritos, mobiliario y correspondencia relacionada con su estancia en la isla, además del piano “Pleyel”. En recuerdo al ilustre compositor polaco, en verano se celebran conciertos en el claustro y los jardines de La Cartuja.El Museo MunicipalEntre otras dependencias de esta construcción religiosa, destacan la antigua botica y la iglesia, cuyos frescos de las bóvedas son obra de Miguel Bayeu, cuñado de Goya. También merece la pena señalar el Museo Municipal que aquí se instala. Una antigua imprenta Guasp y algunas de sus 1.450 planchas xilográficas son parte de la colección. También hay que añadir diverso material recopilado por el Archiduque Luis Salvador de Austria (s. XIX-XX) sobre la isla y una pinacoteca cuyo tema principal es la Sierra de Tramuntana. Una sala dedicada al Arte Contemporáneo expone obras de Miró, Picasso y Tápies, entre otros famosos artistas.Además del campanario de La Cartuja, otra torre domina los tejados de esta localidad mallorquina: la de la iglesia parroquial de San Bartolomé, del siglo XIII. La galería que recorre esta edificación es de fecha posterior.En Valldemossa también se puede conocer la casa natal de Santa Catalina Thomas, nacida aquí, aunque su cuerpo incorrupto permanece en el convento de las Canonesas Agustinas de Santa Magdalena de Palma. La antigua cartuja, el palacio del Rey Sancho, también muestra una torre de defensa, un claustro y una escalera de acceso de gran interés histórico. Esta antigua residencia real acogió en su día a escritores como Jovellanos, Ruben Darío, Unamuno o Azorín.Puerto de ValldemossaEn la falda de la montaña en la que se instala Valldemossa espera una pequeña ermita. Desde esta pequeña comunidad ermitaña se admira uno de los paisajes más representativos de la villa. Hay que continuar hasta el Puerto de Valldemossa para asomarse al mar Mediterráneo. Un pequeño puerto pesquero habla de su profunda tradición marinera. Pinares y acantilados conforman el perfil costero de esta zona, en la que se abren calas y playas de aguas transparentes. Son Marroig en la punta Na Foradada es un buen ejemplo. Un paraíso para los amantes de la tranquilidad y el contacto con la naturaleza.Desde Valldemossa el viajero puede acercarse a los bellos paisajes de la Sierra de Tramuntana y a localidades como Deià, Sóller, Banyalbufar, Santa Maria del Camí o Palma. Olivos y almendros se entremezclan con antiguas casas mallorquinas de piedra. El conjunto arquitectónico de Deià se distribuye por la ladera de una pequeña colina con vistas al Mediterráneo. Por su parte, Sóller reúne bellas mansiones señoriales y palacetes entre campos de naranjos. Un antiguo tren nos conducirá hasta el Puerto de Sóller, un lugar apropiado para deleitarnos con los platos mallorquines elaborados con pescados y mariscos frescos.Las rocas llegan hasta el agua en lugares como Banyabufar, donde es posible admirar un sistema de cultivo en terrazas propio de tierras accidentadas. Hacia el interior de la isla espera Santa Maria del Camí, fundada en el siglo I a. C. por los romanos. Su artesanía es uno de sus mayores reclamos, ya que es posible adquirir forja, cerámica, bordados...Palma de MallorcaEl visitante debe, asimismo, encaminarse a Palma. La capital de las Islas Baleares, conocida por su turismo de mar y playa, posee un precioso casco antiguo profundamente marcado por su pasado histórico. La Catedral, el palacio de la Almudaina, la Lonja y la Plaza Mayor son algunos de los rincones en los que el viajero deberá detenerse. Barcas de pescadores, pinares y palmeras enmarcan los más bellos monumentos.En cualquiera de estos lugares podemos acercarnos a la mesa balear, fiel reflejo de la cocina mediterránea. Productos con Denominación de Origen propia como la sobrasada, el queso de Mahón y los vinos de Binissalem-Mallorca, se suman a recetas autóctonas. El tumbet (un guiso de verdura compuesto por patatas, pimientos fritos y berenjenas con salsa de tomate), los arroces de pescado o el “pa amb oli” (rebanada de pan untada con aceite y tomate) no deben faltar. La caza, pescados, mariscos, y frutas y verduras nos hablan de la variedad gastronómica de las islas. De postre, nada mejor que una ensaimada y alguno de los licores que aquí se destilan (palo, gin o hierbas).