Trujillo, situada entre las vegas de los ríos Tajo y Guadiana, alberga un importante conjunto de iglesias, castillos y casonas solariegas que se estructuran en torno a su Plaza Mayor y que está declarado Bien de Interés Cultural.
Pero, además, esta ciudad cacereña ha dejado una importante huella en la historia, ya que en el siglo XVI fue cuna de ilustres personajes vinculados al Descubrimiento de América. Por esta razón, Trujillo queda enmarcada en plena Ruta de los Conquistadores, que recorre otras localidades extremeñas como Medellín, Villanueva de la Serena o Jerez de los Caballeros. Por su parte, el Parque Nacional de Monfragüe, uno de los espacios protegidos más importantes de Extremadura, se extiende pocos kilómetros al norte de Trujillo para ofrecer un insólito paisaje de bosques, dehesas y embalses.
Los orígenes de Trujillo hay que buscarlos en el primitivo asentamiento denominado Turgalium. Tras ser ocupada por romanos y visigodos, Trujillo permaneció durante más de quinientos años bajo dominio árabe, época en que tuvo lugar un notable desarrollo del enclave. Éste pasaría después a manos cristianas tras ser conquistado en 1232 por el rey Fernando III, si bien sería el monarca Juan II quien concedería a Trujillo el título de ciudad en 1430.En el siglo XVI, Trujillo experimentaría una época de gran esplendor, motivada por su importante papel en el descubrimiento de América. Así, la ciudad fue cuna de dos grandes conquistadores: Francisco de Pizarro, descubridor del Perú, y Francisco de Orellana. Y en ella también nacieron otros personajes ilustres como Fray Jerónimo de Loaísa, primer Obispo de Cartagena de Indias, y Nuflo de Chaves, descubridor de Bolivia. La ciudad de Trujillo conserva su sabor antiguo en las dos zonas que la componen: la “villa” medieval, de origen árabe y la "ciudad", de los siglos XV-XVI.La ciudadLa ciudad se estructura en torno a la monumental Plaza Mayor, que se encuentra presidida por una estatua ecuestre de Pizarro realizada en bronce. Durante siglos, ha sido el centro de la vida social y comercial de la urbe, albergando mercados, fiestas y todo tipo de espectáculos. En el siglo XVI se convirtió en una plaza señorial, ya que los conquistadores y diversas familias de la nobleza comenzaron a edificar en ella casas y palacios.Alrededor de la plaza se alzan las iglesias de San Francisco (1600), Santa Clara (finales siglo XV) y San Martín, construida entre los siglos XIV y XVI. El templo, de una sola nave y bóveda de crucería, alberga en el interior varias capillas laterales renacentistas. Además, existen numerosos palacios y casas solariegas (siglos XVI-XVIII) que se caracterizan por sus balcones en ángulo, elemento propio de la arquitectura civil trujillana.Es el caso, por ejemplo, del Palacio de los Duques de San Carlos (siglo XVI), con el típico balcón esquinado y el escudo de armas de la familia Vargas-Carvajal. Tras la fachada principal se esconde un patio interior construido en estilo clásico y planta cuadrangular, con dos alturas y arquerías de columnas toscanas.El Palacio del Marquesado de Piedras Albas es otro de los edificios nobles que dan a la plaza. Esta casona renacentista, obra de Pedro Suárez de Toledo, ocupa los soportales conocidos como los “del pan” y destaca por tres arcos escarzanos.Uno de los más destacados de este entorno es el Palacio de los Marqueses de la Conquista o del Escudo. Su construcción, en 1570, fue costeada por Hernando Pizarro. En su fachada se encuentra un balcón de esquina con decoración plateresca y dos columnas abalaustradas. El conjunto está rematado por el escudo de Francisco Pizarro.En las calles empedradas que parten de la plaza aparecen otras residencias nobles, como la Casa del Peso Real o de los Chaves Cárdenas, gótica con añadidos renacentistas, o el Palacio de Juan Pizarro de Orellana, del siglo XVI. Éste último perteneció al primer corregidor de la ciudad peruana de Cuzco y fue transformado en palacio renacentista tras ser la casa-fuerte de Diego de Vargas. El edificio posee en su interior un patio de estilo plateresco.Mientras, el Alcázar de los Altamiranos o Alcazarejo fue erigido por Fernán Ruiz a partir del siglo XIII. Destaca en él su portada principal, del siglo XVI, flanqueada por dos torres desmochadas y con el escudo de los Altamiranos.Arquitectura religiosaLa “villa” está rodeada por un recinto amurallado, jalonado por diecisiete torres, los restos del alcázar de los Bejarano y el mirador de las Jerónimas. En un extremo, el castillo árabe califal (mediados siglo IX, ampliado en el siglo XII), y en el centro, iglesias como las de Santa María la Mayor (siglos XIII-XVI), Santiago (siglos XIII-XVII) y de la Vera Cruz (siglo XIII) y casas solariegas como los alcázares de Luis Chaves “el Viejo” (siglos XIV-XV) y de los Altamirano (siglo XVI).El templo de Santa María está considerado como uno de los más bellos ejemplos del románico en Trujillo. El edificio, levantado sobre una antigua mezquita árabe, posee en el exterior varias portadas medievales y una torre correspondiente al románico tardío. En el interior se pueden admirar las bóvedas de crucería que cubren una estructura de tres naves, si bien destaca un retablo gótico realizado por Fernando Gallego en 1480 y que está considerado como uno de los mejores de Extremadura.La iglesia de Santiago, ubicada junto a la puerta de la ciudad del mismo nombre, fue construida en el siglo XIII, siendo posteriormente remodelada entre los siglos XV y XVII. De la primitiva construcción queda un ábside semicilíndrico y la torre. Su interior custodia la imagen de Nuestra Señora de la Coronada, de estilo románico, y la del Cristo de las Aguas, del siglo XIV.Dominando la ciudad se alza el castillo árabe califal, construido durante la época de mayor esplendor del Califato de Córdoba. El edificio destaca por sus bellas torres albarranas y por los dos aljibes (cisternas) que se hallan en su patio de armas. En la parte sur del baluarte se alza el Santuario de la Virgen de la Victoria, patrona de la ciudad.Para finalizar el recorrido por la ciudad, nada mejor que acercarse hasta el Museo de la Coria, cuyas instalaciones ocupan el que fuera Convento de San Francisco el Real. El recinto permite acercarse a los hitos más importantes del descubrimiento del Nuevo Mundo.Y si se desea, se puede visitar Trujillo para disfrutar de una de sus fiestas más importantes, el tradicional Chíviri. Esta celebración, que tiene lugar cada Domingo de Resurrección, tiene en la Plaza Mayor su principal escenario y ha sido declarada Fiesta de Interés Turístico.Gastronomía y alrededoresTrujillo comparte con el resto de Extremadura los platos más representativos de la región. Sobresalen los productos derivados del cerdo ibérico, así como las recetas de origen pastoril: caldereta (tipo de guiso elaborado con carne de cordero o cabrito), migas (cuya base es el pan), etc. Tampoco se pueden olvidar las sopas de espárragos, las de habas, o los tradicionales gazpacho y ajoblanco (sopas frías).De la gastronomía trujillana son típicos algunos productos de la tierra, como la acelga, los espárragos trigueros o la criadilla de la tierra. Entre sus postres más reconocidos figuran la crema tostada y los huevos rellenos en dulces. Todos estos platos deberán ser regados con los excelentes vinos de la Denominación de Origen Ribera del Guadiana.Muchas de estas recetas tradicionales pueden ser degustadas en el Parador de Trujillo, situado en el antiguo monasterio de Santa Clara. Se trata de un convento del siglo XVI que conserva en su interior dos hermosos claustros, uno de ellos de estilo renacentista.Trujillo es la primera etapa de la Ruta de los Conquistadores, conocida por este nombre por recorrer la cuna de ilustres personajes ligados con el Descubrimiento de América. Así, esta ruta se adentra en la provincia de Badajoz y pasa por Medellín, Villanueva de la Serena, Badajoz y, finalmente, por Jerez de los Caballeros.Bosques, roquedos y dehesas regados por ríos, charcas y embalses se extienden pocos kilómetros al norte de Trujillo creando el Parque Nacional de Monfragüe. Otros enclaves cercanos para disfrutar del paisaje natural cacereño son Montánchez, pequeña localidad ubicada en la serranía homónima, y Alhuéscar, situada entre bosques de encinas y alcornoques.