La historia de Santoña ha estado siempre ligada al mar, hasta tal punto que es el primer puerto conservero del Cantábrico. Su industria se basa sobre todo en la comercialización del bonito y de sus famosas anchoas en aceite de oliva.
Santoña está dividida en dos zonas: el casco urbano, asentado sobre una llanura, y una zona montañosa donde se alza la ladera del Brusco y el Buciero. La historia de la villa se encuentra ligada al Monasterio de Santa María del Puerto, que dio paso después a la iglesia románica de Santa María del Puerto. Fue construida entre los siglos XIII y XVII y alberga en su interior el retablo de San Bartolomé con pinturas flamencas del siglo XV. Igualmente significativas son sus fortificaciones militares, agrupadas en torno al monte Buciero, que evidencian la importancia estratégica del puerto. Se conservan en bastante buen estado los fuertes de San Martín, San Carlos y Mazo o Napoleón.
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