Es una villa situada al borde del mar y durante centurias concentró el comercio hasta que a finales del siglo XIX se produjo el desarrollo espectacular de Vigo.
La navegación comercial y pesquera marca el trajín de la ría de Vigo, vigilada por Baiona, que se asienta junto al cabo Silleiro. Su bahía, en torno a la que se ha ordenado sus calles más pintorescas, se abre junto a la desembocadura del río Miñor. A ella arribó La Pinta en 1493, primera carabela que tocó puerto después de la aventura del nuevo mundo. Contemplar el atardecer es motivo ineludible para visitar la fortaleza de Monterreal y su famosa torre del Príncipe. El recinto cuenta con tres kilómetros de murallas y en la actualidad es parador de turismo. También merece una visita la colegiata de Santa María, del siglo XIII. El monumento guarda reminiscencias románicas entre un trazado gótico que semeja una fortificación. Justamente la llegada a su puerto de la Pinta es motivo de celebración cada 1 de marzo. En la “Festa da arribada” se recrea entre las empedradas rúas el ambiente renacentista: puestos y centros hosteleros recuperan y ofrecen variada artesanía, junto a viejas tradiciones marineras gallegas.
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