Situada a orillas del río Guadiana, a tan sólo seis kilómetros de Portugal, la capital de la provincia más extensa de España ha estado siempre marcada por este carácter fronterizo.
Un recorrido por su casco histórico nos descubrirá unas murallas de origen árabe, interesantes monumentos y pintorescas calles y soportales. Badajoz es, además, un buen punto de partida para acercarnos a la Tierra de Barros, Mérida y el Parque Natural de Cornalvo. Todos ellos, lugares en los que podemos degustar la cocina extremeña.
La primitiva ciudadela de Civitas Pacis ya era conocida en tiempos de los romanos, pero fueron los musulmanes quienes le dieron su nombre actual al llamarla Batalyoz (siglo VIII). La ciudad adquirió gran importancia política y militar al convertirse en uno de los reinos Taifas que surgieron en la Península tras la caída en el siglo XI del Califato de Córdoba (poder musulmán que gobernaba los territorios ocupados). Reconquistada en el siglo XIII por los reyes cristianos, acentuó su carácter guerrero debido a su situación en la llamada “raya”, el límite entre España y Portugal.
Pasado árabe
La necesidad histórica de defenderse se deja ver en su ubicación estratégica, a orillas del Guadiana y sobre el cerro de la Muela, y en un sistema amurallado formado por murallas, puertas y baluartes. Dominando este entramado defensivo se encuentra la Alcazaba, declarada Monumento Histórico-Artístico. Sus muros almohades enmarcan a unos bellos jardines y al palacio de los Duques de la Roca, que alberga el Museo Arqueológico Provincial. Aquí encontraremos más de 15.000 piezas halladas en los numerosos yacimientos arqueológicos de la provincia.
Las calles y soportales más pintorescos y con más sabor de la ciudad se despliegan a los pies de la Alcazaba, en torno a la Plaza de San José y a la Plaza Alta. Esta última está formada por soportales de mediados del siglo XV. Otra plaza, la de España, da cobijo al Ayuntamiento y a la Catedral de Badajoz. El templo, de construcción románica-gótica, conserva bajo su aspecto de fortaleza interesantes piezas de decoración renacentista. Así, merece la pena detenerse en los bajorrelieves de la sillería del coro y en los tapices flamencos que adornan la sacristía. En el interior de la catedral también encontramos lienzos de Zurbarán, Ribera y Bocanegra.
En los alrededores de la Plaza de España se ubican algunos de los mejores establecimientos donde cumplir con la gastronomía extremeña. La mesa de Badajoz se nutre de recetas antiguas elaboradas con productos de la tierra y otros traídos de América, como el pimentón y la patata. Sopa de tomate, cordero asado o truchas fritas, son algunos de los platos que deberán acompañar a los excelentes embutidos ibéricos de la Denominación de Origen Dehesa de Extremadura. Los vinos, que sean de la Denominación de Origen Ribera del Guadiana.
Podemos continuar nuestro recorrido en otros dos importantes museos de la ciudad: el Museo Provincial de Bellas Artes y el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo (MEIAC). La colección del primero, situada en una casa palacio de finales del siglo XIX, presta especial atención a la producción pictórica y escultórica de autores extremeños. Por su parte, el MEIAC se sitúa en uno de los baluartes de la muralla y se ha especializado en arte español, extremeño, portugués e iberoamericano posterior a 1980, como símbolo de los tres ámbitos geopolíticos que se cruzan en Extremadura.
Una de las puertas más emblemáticas de la ciudad, la de Palmas, da paso al puente, del mismo nombre, que cruza el Guadiana. Dos torres almenadas custodian el paso a este puente de una treintena de arcos de medio punto. Su construcción corresponde a los planos de Juan de Herrera, uno de los arquitectos más representativos del Renacimiento español.
Una provincia por descubrir
Una visita completa a Badajoz nos llevará también por sus plazuelas y jardines, entre los que sobresalen los de Castelar y de San Francisco. Las plazas de la Soledad, la Libertad y San Juan son buenos lugares donde coger el pulso a esta ciudad. Aunque para esto, merece la pena acercarse durante las celebraciones del Carnaval y de la Semana Santa.
La Raya, la Vega del Guadiana o la Tierra de Barros son comarcas cuyo recorrido nos llevará a dólmenes prehistóricos, castillos y pueblos blancos entre bosques de encinas y alcornoques. Entre las localidades que podemos encontrar a nuestro paso, destaca la capital de Extremadura, Mérida, la antigua Emérita Augusta romana. El esplendor que vivió como capital de la provincia de Lusitania nos ha legado innumerables monumentos, no en vano es Patrimonio de la Humanidad. El Museo Nacional de Arte Romano, obra del arquitecto Rafael Moneo, completa la visita de las construcciones romanas que se encuentran repartidas por la ciudad. Un antiguo convento del siglo XVIII acoge en esta ciudad al Parador de Turismo. Una inmejorable opción para hospedarnos durante nuestro viaje o cuando asistamos al Festival de Teatro Clásico de Mérida.
También debemos a los romanos la creación de la Vía de la Plata (actualmente, de Cádiz a Oviedo). Este camino, que durante la Edad Media se utilizó como ruta de peregrinación hacia Santiago de Compostela, nos conduce ahora a interesantes localidades extremeñas como Zafra, Mérida, Cáceres (su casco histórico es Patrimonio de la Humanidad) o Plasencia. No muy lejos de esta vía se encuentran los parques nacionales de Monfragüe y Cornalvo, en cuyos centros de interpretación nos aconsejarán los mejores itinerarios para conocerlos.