La más oriental de las capitales andaluzas domina un litoral de playas casi vírgenes y un interior marcado por peculiares ecosistemas semidesérticos.
El que fuera uno de los puertos más importantes del Califato de Córdoba, nos descubre su Alcazaba y su Catedral a orillas del Mediterráneo. Calles estrechas de fachadas encaladas componen parte del panorama de su casco histórico. Además de historia y cultura, Almería nos brinda playas, parques naturales, tanto de alta montaña como de costa, y una gastronomía, que hará inolvidable este viaje.
Almería tiene su origen en la necesidad defensiva de los árabes. Fue Abderramán III quien fundó la Alcazaba que dio nombre a esta ciudad, Al-Mariy-yat (La Atalaya). Se trata de la mayor fortaleza construida por los musulmanes en España y albergaba, en el interior de su triple muralla, palacios y mezquitas. Durante esta época (s. X), Almería era el principal puerto comercial del Califato de Córdoba y, en su medina, funcionaban más de 10.000 telares.
Enclavadas también sobre el cerro de San Cristóbal –son recomendables las vistas sobre el casco antiguo y el puerto-, se encuentran las Murallas de Hayrán. Su construcción se remonta a los días de los Reinos Taifas. Junto a ellas se encuentra el Centro de Rescate de la Fauna Sahariana.
Y, como en casi todas las localidades de origen defensivo, el resto del caserío se extiende bajo la Alcazaba; en este caso, hasta el Mediterráneo. Excavadas en las faldas del cerro de San Cristóbal, se encuentran las viviendas trogloditas que conforman el barrio de La Chanca.
Arquitectura religiosa
La Catedral de Almería es otro de los puntos obligados del recorrido. Su poderosa estructura se levanta en pleno centro de la ciudad antigua. Dotada de torres, almenas y gruesos muros, la Catedral se asemeja más a una fortaleza que a un templo. Esta peculiar traza se debe a los continuos ataques de piratas berberiscos que tenía que repeler esta población tan cercana a la costa. Aquí cerca se asientan el Convento de las Puras y el Palacio Episcopal.
Diseminadas por estas calles centrales también podemos admirar las iglesias más importantes de Almería. En la comercial calle de las Tiendas se alza la iglesia de Santiago el Viejo, cuyas características principales son su portada plateresca y la esbelta torre de más de 50 metros que se eleva a su vera. Edificada sobre una antigua mezquita árabe, la iglesia de San Pedro es de estilo neoclásico, ya que se terminó de construir en el siglo XIX. Otro importante templo es el de San Juan, en el que se pueden ver los restos de la mezquita sobre la que se levantó la construcción actual.
En este casco histórico –delimitado por la Alcazaba, la Puerta Purchena, la Rambla de Belén y el Puerto- encontramos las instituciones fundamentales de la capital almeriense: el Gobierno Militar, el Hospital Provincial, el Ayuntamiento, el Teatro Cervantes, el Gobierno Civil y el Palacio de Justicia.
Paseos y visitas
No debemos abandonar Almería sin dar un paseo bajo las palmeras del Parque de Nicolás Salmerón, que discurre paralelo al mar. Desde aquí tenemos las mejores panorámicas de los puertos deportivo y comercial. También podemos sentarnos a ver la gente pasar en las terrazas que jalonan las calles Tenor Iribarne y Concepción Arenal, y disfrutar del increíble clima que goza esta ciudad en cualquier época del año. Otra opción es caminar por el amplio Paseo de Almería y la calle Real, con sus fachadas de colores y sus terraos (piso superior de las viviendas no habitado), para coger el pulso a una de las ciudades andaluzas con más personalidad.
Sin alejarnos mucho de Almería también podemos disfrutar de sus excelentes playas y de los recorridos que nos propone el cercano Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar, primer parque marítimo-terrestre de Andalucía, aunque el Parque Nacional de Sierra Nevada tampoco se encuentra muy lejos.
Ya sólo nos queda degustar las delicias de la mesa almeriense. El producto fundamental de la ciudad de Almería es la uva, pero aquí también tendremos ocasión de paladear el ajo colorao (guiso de patatas, pimientos rojos, huevos, longaniza, bacalao, ajos y aceite), breca a las uvas, rape a la barraca (con puerros y champiñones salteados)... Los mariscos de Garrucha y el bizcocho de dátiles merecen mención a parte.