Este tipo de producción creativa, que requiere muchos años para dominarse, está plenamente vinculado a la cultura española, pues desde hace tres siglos se practica por ejemplo, en la Real Fábrica de Cristales de La Granja (Segovia), donde también se enseña a los aprendices. De forma más individual, cerca de un centenar y medio de artesanos contribuyen a mantener viva la técnica. De forma simplificada, el método de trabajo implica lo siguiente: se funde la materia prima (la posta o vidrio caliente) en un horno a más de mil grados de temperatura. Cuando toma una blanda consistencia de pasta incandescente, el maestro mete la larga caña metálica, vacía por su centro, toma un pedazo de posta, la saca del horno y sopla por primera vez para crear una burbuja en el material, precisamente la parte hueca de la copa, el jarrón o la pieza que planee elaborar. El artesano va modelando su creación mientras mantiene viva y uniforme la burbuja, insuflando nuevos soplidos y moviendo sin parar la caña sobre su propio eje. A la obra se le van incorporando nuevos trozos de vidrio caliente para añadir asas, pies de copa…
La técnica del vidrio soplado
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Se cree que este método ancestral para elaborar piezas de vidrio fue inventado en el siglo I a.C. y básicamente no ha cambiado hasta la actualidad: implica fundir pasta de vidrio a más de mil grados, utilizando una caña hueca para soplar el interior y darle forma al objeto artesanal. Y sobre todo rapidez y destreza en las manos de los maestros. En 2023 ha sido reconocida en la Lista de Manifestaciones Representativas del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO.
Para finalizar el objeto pasa por un lento enfriamiento llamado recocido, que sucede en la mufla (horno especial). Solo queda añadir a la pieza la decoración final para cumplir esta tradición milenaria que hoy sigue viva.